LA LAGUNA (La Opinión) En tan solo ocho horas se puede saber tatuar. Así lo señala el anuncio del curso de iniciación al tatuaje que ofrece la academia El Sueño de La Gárgola, un estudio en el lagunero barrio de San Benito donde ya se han formado 60 personas en el arte de dibujar la piel.
Se trata de talleres personalizados en los que el cliente elige las fechas en las que desea recibir las clases, mediante una reserva previa con una semana de antelación. El precio dependerá de si los alumnos aportan su material de trabajo o utilizan el de la academia. Cada curso tiene una duración aproximada de diez días, dos horas cada uno de ellos, que dependiendo de la destreza de cada alumno pueden reducirse a ocho o prolongarse hasta 12 jornadas.
Angelo Reforzo, uno de los profesores del curso y propietario de la tienda, explica que "en un principio, los cursos eran en parejas, pero resultaba difícil cuadrar las fechas, y también nos dimos cuenta de que los alumnos se distraían. Y para esta disciplina es necesaria una concentración plena".
Seis de los diez días se estudia la parte teórica. Al cuarto día de empezar el curso, los alumnos ya tatúan sobre pieles de látex, a las que dedican dos jornadas más. Los cuatro días restantes se emplean para la práctica en cuerpos reales, modelos a quienes no se les cobra el dibujo. La mayor parte de las veces son desconocidos para los alumnos, pero en otras ocasiones son amigos de los futuros tatuadores, lo que les aporta "confianza y serenidad", asegura Angelo.
Mediante la teoría, los clientes aprenden a manejar y montar la maquinaria empleada, solucionar las averías de estas, regular los martillos de los aparatos, nociones sobre la ética de la profesión, técnicas de comercio y los tipos de tinta y de pieles que existen.
Durante las prácticas, los alumnos consiguen dominar el pulso, la línea del dibujo o las sombras, supervisados por los profesores para que, en caso de algún imprevisto, estos les aconsejen sobre cómo solucionarlo y obtener el mejor resultado posible. Los tatuajes que realizan los chicos durante estos días no superan en ningún caso los 15 centímetros, para que "ante la lentitud lógica de los aprendices en el manejo de las máquinas, no se les canse la mano", explicó Reforzo.
El tatuador afirma que los alumnos que acuden a la academia son "gente de pueblo y de barrio, gente obrera que necesita un trabajo y utiliza el curso para montar después su estudio". En este sentido, este profesional, que lleva impartiendo talleres desde 1991, asegura que "en La Laguna funcionan muy bien porque hay mucho público juvenil y gracias al boca a boca entre ellos cada vez hay más gente que se interesa por obtener el certificado, bien por intereses profesionales o bien por enriquecimiento personal".
Para tomar parte en estos talleres no es necesario tener destreza con el dibujo. "Lo importante es el empeño y el tesón que los alumnos pongan en el curso", asegura Angelo. Este lagunero de adopción tuvo la idea de montar la academia a partir de sus viajes por Europa. "Me di cuenta de que en Tenerife quien quisiera aprender a ser tatuador no podía, porque no había nadie que enseñara cómo hacerlo".
Joyce Ceballos, una de las tatuadoras formadas en esta academia, afirma que "lo mejor es el trato que recibimos por parte de los profesores, muy cercano y afable, que es lo más importante. Son muy profesionales". Según Ceballos "las perspectivas de futuro que ofrece este curso son muy buenas", de hecho esta lagunera prepara actualmente la apertura de su propio negocio.
Se trata de talleres personalizados en los que el cliente elige las fechas en las que desea recibir las clases, mediante una reserva previa con una semana de antelación. El precio dependerá de si los alumnos aportan su material de trabajo o utilizan el de la academia. Cada curso tiene una duración aproximada de diez días, dos horas cada uno de ellos, que dependiendo de la destreza de cada alumno pueden reducirse a ocho o prolongarse hasta 12 jornadas.
Angelo Reforzo, uno de los profesores del curso y propietario de la tienda, explica que "en un principio, los cursos eran en parejas, pero resultaba difícil cuadrar las fechas, y también nos dimos cuenta de que los alumnos se distraían. Y para esta disciplina es necesaria una concentración plena".
Seis de los diez días se estudia la parte teórica. Al cuarto día de empezar el curso, los alumnos ya tatúan sobre pieles de látex, a las que dedican dos jornadas más. Los cuatro días restantes se emplean para la práctica en cuerpos reales, modelos a quienes no se les cobra el dibujo. La mayor parte de las veces son desconocidos para los alumnos, pero en otras ocasiones son amigos de los futuros tatuadores, lo que les aporta "confianza y serenidad", asegura Angelo.
Mediante la teoría, los clientes aprenden a manejar y montar la maquinaria empleada, solucionar las averías de estas, regular los martillos de los aparatos, nociones sobre la ética de la profesión, técnicas de comercio y los tipos de tinta y de pieles que existen.
Durante las prácticas, los alumnos consiguen dominar el pulso, la línea del dibujo o las sombras, supervisados por los profesores para que, en caso de algún imprevisto, estos les aconsejen sobre cómo solucionarlo y obtener el mejor resultado posible. Los tatuajes que realizan los chicos durante estos días no superan en ningún caso los 15 centímetros, para que "ante la lentitud lógica de los aprendices en el manejo de las máquinas, no se les canse la mano", explicó Reforzo.
El tatuador afirma que los alumnos que acuden a la academia son "gente de pueblo y de barrio, gente obrera que necesita un trabajo y utiliza el curso para montar después su estudio". En este sentido, este profesional, que lleva impartiendo talleres desde 1991, asegura que "en La Laguna funcionan muy bien porque hay mucho público juvenil y gracias al boca a boca entre ellos cada vez hay más gente que se interesa por obtener el certificado, bien por intereses profesionales o bien por enriquecimiento personal".
Para tomar parte en estos talleres no es necesario tener destreza con el dibujo. "Lo importante es el empeño y el tesón que los alumnos pongan en el curso", asegura Angelo. Este lagunero de adopción tuvo la idea de montar la academia a partir de sus viajes por Europa. "Me di cuenta de que en Tenerife quien quisiera aprender a ser tatuador no podía, porque no había nadie que enseñara cómo hacerlo".
Joyce Ceballos, una de las tatuadoras formadas en esta academia, afirma que "lo mejor es el trato que recibimos por parte de los profesores, muy cercano y afable, que es lo más importante. Son muy profesionales". Según Ceballos "las perspectivas de futuro que ofrece este curso son muy buenas", de hecho esta lagunera prepara actualmente la apertura de su propio negocio.
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