LA LAGUNA (La Opinión) Cascadas de vino y leche, tartas, helados, costillas o escaldón son algunos de los alimentos representados a base de figuras gigantes artificiales que convirtieron ayer los exteriores de la Casa de Carta en El jardín de Jauja. La exposición fue inaugurada en esta sede del Museo de Historia y Antropología de Tenerife, situada en Valle de Guerra, coincidiendo con la llegada de la primavera y el 25 aniversario de esta instalación.
La muestra recrea el país imaginario de Jauja, una tierra donde el lujo, la salud y todos los placeres físicos, particularmente aquellos relacionados con la comida y la bebida, se obtienen sin esfuerzo. Para ello, tanto los jardines y huertas que rodean el Museo como la carpa de usos múltiples y el campo de arrastre esconden entre su frondosa vegetación recreaciones a gran escala de suculentos platos de pasta, pollos y cerdos asados, piruletas y golosinas, y un sinfín de manjares que despiertan el apetito de cualquier visitante.
Jauja es la tierra de ensueño en el imaginario campesino de la Europa medieval, de quienes deseaban la liberación de la brutalidad del trabajo y la servidumbre, en una época en la que los privilegios se restringían a los poderes político, económico y religioso. Se trata de un lugar cuya arquitectura está hecha de comida. Los tejados de las casas son pasteles y arenques ahumados, las vigas de mantequilla y las paredes de embutido. Los suelos están adoquinados con tocino y las barandillas hechas con chorizos y salchichas.
Fernando Clavijo, alcalde de La Laguna, animó a los asistentes a "soñar con un país como Jauja para evadirse de la situación de precariedad económica que vivimos ahora". Por su parte, Ricardo Melchior, presidente del Cabildo insular, destacó la inmejorable localización con la que cuenta Valle de Guerra para el cultivo agrícola y que hace que "la comarca nordeste sea el único lugar de Tenerife donde el sueño de Jauja podría hacerse realidad".
El nombre de Jauja sustituyó en el siglo XVI al término Cucaña, tras descubrirse una región peruana denominada así porque era considerada un paraíso por sus riquezas y su buen clima. Algunas costumbres tradicionales de la actualidad, como las piñatas, las danzas de varas y cintas o las ofrendas y manifestaciones florales parecen estar emparentadas con este mito y aún se conservan en muchas localidades.
Tenerife cuenta con una rica representación de estas costumbres en varios puntos de su geografía. Los corazones de Tejina, las alfombras del Corpus de La Orotava, los arcos de flores y frutas de Valle de Guerra, los cestos y bollos de Icod de los Vinos o el enrame de cruces de mayo son algunos ejemplos. Por esta razón, la exposición El jardín de Jauja de la Casa de Carta acoge también algunas muestras de estas tradiciones cuyas representaciones colorean los jardines del Museo.
La exposición, que permanecerá en Valle de Guerra por un año, forma parte del proyecto Flor-i Cultura del Organismo Autónomo de Museos, dirigido a fomentar y acercar a los ciudadanos al sector de la floricultura, al tiempo que resalta su contribución a la economía y la cultura de la Isla. Como parte de esta iniciativa, la Casa de Carta acogerá durante el resto del año charlas, conferencias y cursos formativos en torno a esta temática. Con estas actividades, el Museo celebra además el XXV aniversario desde su fundación.
Las ventanas y las puertas son de salmón y las sillas de pasteles de carne. Los jamones cuelgan de los árboles y los lechones y pollos llueven del cielo o se pasean ya asados con los cubiertos preparados para comerse. Los peces saltan al plato directamente desde el río, que suele ser de vino, miel, aceite o leche. Las montañas son de queso o pasta y las joyas, zapatos y ropa emergen de la vegetación. Allí no existen conflictos porque todo el mundo es feliz. No hay que trabajar y sus habitantes se mantienen jóvenes eternamente, en un lugar invadido por la música, la danza y la alegría.
En la Casa de la Carta no hay jamones colgando de los árboles y los guías tienen que trabajar. Pero los objetos de plástico que representan a las frutas, tartas y flores en los jardines ofrecen una aproximación de lo que pudo ser Jauja. Esto se pudo comprobar ayer mientras un cuarteto de saxofonistas interpretó la melodía de Somewhere over the rainbow, banda sonora de la película El Mago de Oz. El edén ya tiene un lugar en Valle de Guerra.
La muestra recrea el país imaginario de Jauja, una tierra donde el lujo, la salud y todos los placeres físicos, particularmente aquellos relacionados con la comida y la bebida, se obtienen sin esfuerzo. Para ello, tanto los jardines y huertas que rodean el Museo como la carpa de usos múltiples y el campo de arrastre esconden entre su frondosa vegetación recreaciones a gran escala de suculentos platos de pasta, pollos y cerdos asados, piruletas y golosinas, y un sinfín de manjares que despiertan el apetito de cualquier visitante.
Jauja es la tierra de ensueño en el imaginario campesino de la Europa medieval, de quienes deseaban la liberación de la brutalidad del trabajo y la servidumbre, en una época en la que los privilegios se restringían a los poderes político, económico y religioso. Se trata de un lugar cuya arquitectura está hecha de comida. Los tejados de las casas son pasteles y arenques ahumados, las vigas de mantequilla y las paredes de embutido. Los suelos están adoquinados con tocino y las barandillas hechas con chorizos y salchichas.
Fernando Clavijo, alcalde de La Laguna, animó a los asistentes a "soñar con un país como Jauja para evadirse de la situación de precariedad económica que vivimos ahora". Por su parte, Ricardo Melchior, presidente del Cabildo insular, destacó la inmejorable localización con la que cuenta Valle de Guerra para el cultivo agrícola y que hace que "la comarca nordeste sea el único lugar de Tenerife donde el sueño de Jauja podría hacerse realidad".
El nombre de Jauja sustituyó en el siglo XVI al término Cucaña, tras descubrirse una región peruana denominada así porque era considerada un paraíso por sus riquezas y su buen clima. Algunas costumbres tradicionales de la actualidad, como las piñatas, las danzas de varas y cintas o las ofrendas y manifestaciones florales parecen estar emparentadas con este mito y aún se conservan en muchas localidades.
Tenerife cuenta con una rica representación de estas costumbres en varios puntos de su geografía. Los corazones de Tejina, las alfombras del Corpus de La Orotava, los arcos de flores y frutas de Valle de Guerra, los cestos y bollos de Icod de los Vinos o el enrame de cruces de mayo son algunos ejemplos. Por esta razón, la exposición El jardín de Jauja de la Casa de Carta acoge también algunas muestras de estas tradiciones cuyas representaciones colorean los jardines del Museo.
La exposición, que permanecerá en Valle de Guerra por un año, forma parte del proyecto Flor-i Cultura del Organismo Autónomo de Museos, dirigido a fomentar y acercar a los ciudadanos al sector de la floricultura, al tiempo que resalta su contribución a la economía y la cultura de la Isla. Como parte de esta iniciativa, la Casa de Carta acogerá durante el resto del año charlas, conferencias y cursos formativos en torno a esta temática. Con estas actividades, el Museo celebra además el XXV aniversario desde su fundación.
Las ventanas y las puertas son de salmón y las sillas de pasteles de carne. Los jamones cuelgan de los árboles y los lechones y pollos llueven del cielo o se pasean ya asados con los cubiertos preparados para comerse. Los peces saltan al plato directamente desde el río, que suele ser de vino, miel, aceite o leche. Las montañas son de queso o pasta y las joyas, zapatos y ropa emergen de la vegetación. Allí no existen conflictos porque todo el mundo es feliz. No hay que trabajar y sus habitantes se mantienen jóvenes eternamente, en un lugar invadido por la música, la danza y la alegría.
En la Casa de la Carta no hay jamones colgando de los árboles y los guías tienen que trabajar. Pero los objetos de plástico que representan a las frutas, tartas y flores en los jardines ofrecen una aproximación de lo que pudo ser Jauja. Esto se pudo comprobar ayer mientras un cuarteto de saxofonistas interpretó la melodía de Somewhere over the rainbow, banda sonora de la película El Mago de Oz. El edén ya tiene un lugar en Valle de Guerra.
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