SANTA CRUZ DE TENERIFE (La Opinión)
Más de 2.000 cadáveres urbanísticos afean desde hace años los rincones
más variopintos de la Isla y amanecen cada mañana con el mismo aspecto
desde que las grúas y operarios los abandonaron en su último día de
trabajo. Se trata de edificaciones, en su mayoría privadas, que han sido
engullidas por la crisis económica producida por la burbuja
inmobiliaria y a las que ni sus promotores, ni sus constructores, ni sus
financiadores, ni sus propietarios son capaces de encontrar viabilidad a
corto y medio plazo.
Las administraciones, por su parte, desde sus gerencias de urbanismo, se ven impotentes a la hora de buscar una solución, ya que no cuentan con la potestad de obligar a los particulares a finalizar o demoler estas construcciones que esconden entre sus paredes los dramas de cientos de familias a quienes la crisis ha dejado a medio hacer las casas de sus sueños.
No se trata solo de un problema urbanístico y social, sino también de un problema de inseguridad. La ubicación de estas construcciones, que en la actualidad identifican gran parte de los paisajes tinerfeños, obstaculiza en muchas ocasiones el tráfico en determinadas vías, a la vez que se convierten en focos de atracción de mendicidad y suciedad que suscitan las quejas de vecinos y viandantes.
Ante esta situación y la imposibilidad de saber qué va a suceder con ellas, Sheila Hernández y Kevin Zammit, dos estudiantes de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna, han peinado la Isla en busca de obras de este tipo y las han recogido en un catálogo de 300 imágenes bajo el título Neoruinas, que se expone hasta el viernes en la sede lagunera de la Fundación Mapfre. Su objetivo es buscar una solución con ayuda ciudadana y contribuir, además, a la posible adquisición de estos inmuebles por entidades capaces de terminarlos.
"Es curioso que hemos encontrado construcciones de este tipo en absolutamente todos los municipios", asegura Sheila. "Hemos preguntado a la gente de los distintos pueblos y todos coinciden en que prácticamente en todos los casos las obras se han quedado a la mitad por la quiebra de sus constructoras".
A las estructuras de hormigón tradicionales, como la de La Victoria o los hoteles de las costas de La Matanza y el barrio de Añaza de Santa Cruz de Tenerife, en este catálogo se han añadido otras nuevas que han sucumbido a los efectos de la crisis en los últimos años. "Hemos encontrado hasta urbanizaciones enteras de 30 casas adosadas y chalets unifamiliares localizados en la zona metropolitana de Santa Cruz y La Laguna y en el Sur de Tenerife: Granadilla, Arona y Adeje", matiza Hernández.
Según la joven, "la mayoría de ellos van a permanecer así por mucho tiempo, hasta convertirse en parte del paisaje y de los barrios, como sucede con el hotel de la Playa de Acorán". El cadáver de hormigón de Añaza, que presenta la misma imagen desde hace 40 años, comenzó a construirse como propiedad de una empresa alemana que en la crisis del 73 cerró por cuantiosas pérdidas económicas. El edificio pasó a manos de varias entidades bancarias, de manera que en la actualidad ni unas ni otras asumen la propiedad del hotel para financiar su demolición.
"Si el Cabildo o los ayuntamientos no hacen nada, la situación se va a repetir en todos los casos por igual, ya que los propietarios de estas construcciones a medio hacer se niegan a tirarlas por falta de liquidación", explica Sheila.
En el caso del medio centenar de viviendas que siguen sin acabarse en la capital tinerfeña después de haber obtenido el permiso de obra, la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife se ve incapacitada para actuar al respecto. "Tan solo podemos vallar los solares e incrementar la seguridad para evitar problemas", apunta José Ángel Martín Bethencourt, concejal del área. "Aunque la licencia de obra se ha caducado en muchos casos, el certificado de obra no ha sido entregado, por lo que no podemos calcular el número exacto ni tampoco hacernos cargo de ellas, dado que la responsabilidad es de sus propietarios".
En el caso de La Laguna, el número de viviendas inacabadas también puede calcularse de manera aproximada por el número de licencias que se concedieron y que aún no han solicitado el certificado de final de obra. Según este dato, el presidente de la demarcación tinerfeña del Colegio de Arquitectos, Federico García Barba, calcula que más de 400 viviendas se han quedado a medio terminar en el municipio lagunero.
Antonio Plasencia, constructor y presidente de la Federación Provincial de Entidades de la Construcción (Fepeco), apunta que más del 70% de las promociones sin acabar están en manos de las entidades de crédito. Plasencia afirma que la banca actúa de distinto modo según lo avanzados que estén los trabajos. "Pese a los problemas que puedan surgir, a la banca le interesa que se finalicen y si falta un 10 o un 15%, los terminan y venden las viviendas por separado", destaca Plasencia.
Según el constructor, las entidades de crédito se han visto obligadas a financiar la finalización de muchas de las obras para poder venderlas. El resto, indica el presidente de Fepeco, "se han puesto a la venta por la mitad de su valor porque los bancos no tienen medios para terminarlas".
Federico García Barba, presidente del Colegio de Arquitectos de Tenerife, subraya que "la única medida que las instituciones pueden tomar es cerrar los solares para que no exista peligro para los ciudadanos". "No hay forma de obligar a los propietarios a terminar las obras ni a demolerlas, ya que tanto la financiación como la responsabilidad corren a cuenta de ellos", subraya.
Dennys Matos relata en el prólogo del catálogo Neoruinas que "aquellas edificaciones que alcanzan un volumen mayor son las que están situadas, bien en las terrazas que escalonan los montes, en los mismos acantilados que dan al mar o en primera línea de playa". "Todas estas ruinas modernas son consecuencia del fracaso del modelo político y sociocultural del capitalismo", matiza Matos, "ya que nacieron para celebrar la vida del placer, la libertad, la oportunidad, el confort y el consumismo individual que con la crisis ya no existe".
Federico García Barba advierte que las estructuras de hormigón pueden resistir hasta 40 años. "Con ese margen y menos paro", señala, "todas las promociones están a tiempo de resucitar". Plasencia, por su parte, considera que "esta situación tardará en solucionarse porque todo es cuestión de dinero y la economía para los próximos años no se presenta nada bien".
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