viernes, 30 de noviembre de 2012

La lluvia acelera las tablas

ALBA BLANCO (Icod de los Vinos) Las chispas, el polvo, el fuerte olor a quemado y el ensordecedor ruido de las tablas y los silbatos regresaron ayer a Icod de los Vinos para devolver la alegría a las decenas de vecinos que esperaban ansiosos el momento más especial del año: el arrastre de las tablas. 

A pesar de que el cielo amenazó con descargar un chaparrón durante todo el día, solo cayeron las gotas justas como para empapar las empinadas calles de la villa norteña y acelerar, aún más si cabe, la velocidad con la que se deslizan cada año los arrastradores. Eso sí, el mal tiempo espantó a espectadores y participantes, que se congregaron en menor número que otros años por las calles del municipio norteño.

La tradición autóctona más arraigada de Icod resistió incluso a la tormenta tropical Delta hace siete años. Sin embargo, los residentes pusieron ayer sus ojos en el cielo con la esperanza de que las nubes se contuvieran, pues un temporal obligó a suspender el arrastre en 2010. Esta vez, el tiempo respetó casi todo el día y los vecinos, grandes y pequeños, se lanzaron calle abajo sobre sus tablas desde primera hora de la mañana hasta la madrugada. 

Santiago Hernández, uno de los arrastradores, relata entre el gentío que lleva 30 años tirándose. "No hay una técnica específica, sino es algo que se lleva en la sangre", señala, al tiempo que aclara que se ha llegado a lanzar de cabeza para coger más velocidad.

El arrastre de las tablas se repite cada año en Icod en la víspera de la festividad de San Andrés para celebrar la apertura de las bodegas con el vino de la nueva cosecha. Cuentan que la tradición surgió en el siglo XVI, cuando los antepasados de esta localidad norteña lanzaban las tablas de madera desde el aserradero que se encontraba en el barrio de San Antonio, situado en la zona alta de Icod, hasta el casco de la ciudad y el Puerto de San Marcos, con la finalidad de abastecer la construcción de edificios y barcos y la fabricación de barricas. Sobre los tablones se colocaba una persona que dirigía la madera con unos remos de haya o brezo, esquivando las piedras y las curvas, a la vez que cogía velocidad por las empinadas cuestas icodenses de San Antonio y Hércules. 

Ambas calles son a día de hoy dos de las más concurridas por los arrastradores. Sin embargo, la Calle de El Plano aglutina el mayor espectáculo, por la longitud de su pendiente y la inmejorable panorámica para los espectadores, en su mayoría visitantes de los pueblos de alrededor y algunos turistas que observaron impresionados esta celebración.

Thaelis Martín, llegada desde Las Palmas expresamente para esta ocasión, aún está temblando después de haberse deslizado calle abajo. Aprovechó que Santiago Hernández llevaba una tabla biplaza para probar. "Ha sido trepidante. Claro que me gustaría volver a probar", explica después de salir de entre los neumáticos y recibir el aplauso de los espectadores, algunos con gesto estupefacto por los vuelos de los participantes.

Ni la sorprendente velocidad que alcanzan, ni los obstáculos, ni los intrusos que se interponen en su camino, ni el fuerte impacto que sufren contra los neumáticos polvorientos que amortiguan el final del recorrido. Nada amedrenta a los expertos en esta tradición para precipitarse calle abajo entre puestos de castañas, batucadas, vasos de vino y algún que otro espectador despistado que se cuela en su trayecto. Les pueden sus ganas de experimentar una sensación, como ellos dicen, "increíble".

A lo largo de la jornada los voluntarios de Cruz Roja solo tuvieron que atender a un docena de participantes por magulladuras y contusiones sin importancia, que bien merecen la pena por la adrenalina. Uno de los voluntarios, Miguel Ángel Delgado, ya es un experto de las tablas pues lleva más de 20 años velando por la seguridad de los arrastradores. "Solo hemos evacuado a un joven a un centro hospitalario por una herida en una muñeca. Solo precisó dos puntos de sutura", señala .

La lluvia obligó a los participantes a hacer un esfuerzo extra para minimizar el riesgo. Josué Rodríguez tiene su propia técnica: "Llegar de lado o si no puedes, levantar las piernas lo más posible para no hacerte daño cuando impactas contra los neumáticos". 

Según este icodense de 19 años, "con la calzada mojada es más peligroso porque la tabla tiende a descontrolarse al caer en el salto y comienza a dar vueltas. Tienes que tener mucha más pericia ya de por sí que en buenas condiciones. Pero eso no nos espanta: esto forma parte de nuestras vidas y lo hacemos con gran entusiasmo".

En muchas ocasiones no es tanta la suerte que corren los participantes, que incluso han llegado a partirse brazos y piernas. Ante los riesgos que conlleva el arrastre de las tablas, tanto para los corredores como para los espectadores, el Ayuntamiento publicó previamente una lista de consejos a tomar en cuenta durante todo el día de ayer, como montarse con alguien que tenga experiencia o no invadir el recorrido de las tablas.

La velocidad que los arrastradores alcanzan durante el descenso es tal que el roce de la tabla sobre el asfalto crea un reguero de chispas que plaga el ambiente de un fuerte olor a quemado. Hay quienes aminoran la marcha a su llegada a la montaña de neumáticos que cierra el recorrido, elevando la parte delantera de la tabla y frenando con pies y manos, que muchos de ellos protegen con guantes de cuero.

Los más pequeños también gozan de su lugar particular para iniciarse en la tradición. Aunque con menor pendiente, resulta imponente ver la facilidad con la que los niños se deslizan por las calles Los Franceses y El Salto. 

Como novedad, el Consistorio insistió este año en la necesidad de que las tablas se confeccionen con madera para preservar la tradición, ante la costumbre moderna de fabricarlas a base de fibra o plástico, ya que se deslizan con mayor facilidad. Las auténticas, las de toda la vida, se hacen de tea negra.

En paralelo al bullicio se celebró en el Convento de San Francisco el descorche de la primera botella de la nueva cosecha. Hoy será el día de la primera feria del vino en Icod y la última ocasión para los rezagados de "correr las tablas" –como ellos dicen– hasta el 29 de noviembre del próximo año.

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