LA LAGUNA (La Opinión) La tradicional figura del aguador ha vuelto a La Laguna. La han recuperado dos vecinos del barrio de La Verdellada que hasta hace tan solo dos meses estaban en paro. Fue entonces cuando fundaron la empresa Tu agüita, un sistema de reparto de agua embotellada a domicilio por todos los distritos de la ciudad.
Octavio Mendoza, de 36 años, e Irú Rabionet, de 31, no aguantaban más en casa "sin hacer nada". Tras dos años de paro se les acabó el subsidio y un amigo común, Juan de Dios Lasser, les propuso asociarse para ganarse la vida mediante una iniciativa sin precedentes en la Isla.
"Esta práctica es muy común en Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote, porque allí no se puede beber agua del grifo", asegura Irú. "De hecho, tenemos muchos clientes canariones que viven aquí y que hasta ahora no habían encontrado a nadie que les llevase el agua a casa como en su Isla". Estos y los inmigrantes sudamericanos son sus mejores clientes.
Cubren con sus repartos todos los barrios laguneros, pero han llegado a hacer repartos hasta en Punta del Hidalgo. Además de la clientela fija, cada día reciben más pedidos a través de correo electrónico o por teléfono.
Estos verdeños reparten agua Toscal y agua sin gas Krystal en todos los tamaños. Compran semanalmente a Marcos Cabrera, jefe de ventas de Coca-Cola en la zona, quien les abrió las puertas desde un principio, tras recibir la negativa de otras marcas de agua. Almacenan la mercancía en el taller de un tío de Irú. Reparten al día unas cien garrafas de cinco litros, que compran a precio de costo por 0´75 euros cada una, y venden, como en el supermercado, a un euro. Por lo tanto, por cada venta obtienen 25 céntimos de beneficio, ya que el transporte es totalmente gratuito.
Estos dos jóvenes se conocen de toda la vida. El barrio del que provienen es una de las zonas del municipio con mayor índice de población joven en paro. Ambos trabajaban antes de quedar parados en la construcción, pero desde que repartieron la primera garrafa de agua el 1 de noviembre no se han planteado volver a su oficio anterior.
A día de hoy, aún no han obtenido grandes beneficios por su trabajo. Lo que han ganado hasta el momento lo han empleado en desarrollar la empresa: serigrafiar la furgoneta con la que reparten los pedidos, que es el vehículo particular de Octavio, y comprarse los uniformes azules que les identifican. "Lo bueno es que para montar el negocio no hemos tenido que invertir nada", confesó Octavio. "Por el momento, lo que sacamos nos da para comprar lo necesario para comer y pagar los pedidos de agua, que suelen ser de 300 euros semanales. Pero confiamos en que poco a poco aumente nuestra cartera de clientes y tengamos que contratar a algún empleado", afirman estos jóvenes empresarios.
Para ello, Octavio e Irú pasan las horas recorriendo las calles y casas de La Laguna repartiendo publicidad de su servicio. "Nuestro mejor aliado es el boca a boca", matizan. "La gente se muestra muy reacia. Sobre todo la gente mayor es muy desconfiada", explicó Irú. Sin embargo, se da la circunstancia de que estas personas se convierten después en clientes asiduos.
Además, estos laguneros trabajan por una buena causa: recogen los tapones de plástico de las botellas vacías para contribuir con ellas a recaudar fondos para casos especiales de enfermedades infantiles. Ante todo, reclaman también la solidaridad de las autoridades con los nuevos emprendedores, pues aseguran que "no se lo ponen fácil". "El otro día un policía me echó de las calles del casco histórico por repartir folletos. Deberían comprender que con esto no hacemos daño a nadie, es nuestra forma de llenar el bolsillo", concluyó Irú.
Octavio Mendoza, de 36 años, e Irú Rabionet, de 31, no aguantaban más en casa "sin hacer nada". Tras dos años de paro se les acabó el subsidio y un amigo común, Juan de Dios Lasser, les propuso asociarse para ganarse la vida mediante una iniciativa sin precedentes en la Isla.
"Esta práctica es muy común en Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote, porque allí no se puede beber agua del grifo", asegura Irú. "De hecho, tenemos muchos clientes canariones que viven aquí y que hasta ahora no habían encontrado a nadie que les llevase el agua a casa como en su Isla". Estos y los inmigrantes sudamericanos son sus mejores clientes.
Cubren con sus repartos todos los barrios laguneros, pero han llegado a hacer repartos hasta en Punta del Hidalgo. Además de la clientela fija, cada día reciben más pedidos a través de correo electrónico o por teléfono.
Estos verdeños reparten agua Toscal y agua sin gas Krystal en todos los tamaños. Compran semanalmente a Marcos Cabrera, jefe de ventas de Coca-Cola en la zona, quien les abrió las puertas desde un principio, tras recibir la negativa de otras marcas de agua. Almacenan la mercancía en el taller de un tío de Irú. Reparten al día unas cien garrafas de cinco litros, que compran a precio de costo por 0´75 euros cada una, y venden, como en el supermercado, a un euro. Por lo tanto, por cada venta obtienen 25 céntimos de beneficio, ya que el transporte es totalmente gratuito.
Estos dos jóvenes se conocen de toda la vida. El barrio del que provienen es una de las zonas del municipio con mayor índice de población joven en paro. Ambos trabajaban antes de quedar parados en la construcción, pero desde que repartieron la primera garrafa de agua el 1 de noviembre no se han planteado volver a su oficio anterior.
A día de hoy, aún no han obtenido grandes beneficios por su trabajo. Lo que han ganado hasta el momento lo han empleado en desarrollar la empresa: serigrafiar la furgoneta con la que reparten los pedidos, que es el vehículo particular de Octavio, y comprarse los uniformes azules que les identifican. "Lo bueno es que para montar el negocio no hemos tenido que invertir nada", confesó Octavio. "Por el momento, lo que sacamos nos da para comprar lo necesario para comer y pagar los pedidos de agua, que suelen ser de 300 euros semanales. Pero confiamos en que poco a poco aumente nuestra cartera de clientes y tengamos que contratar a algún empleado", afirman estos jóvenes empresarios.
Para ello, Octavio e Irú pasan las horas recorriendo las calles y casas de La Laguna repartiendo publicidad de su servicio. "Nuestro mejor aliado es el boca a boca", matizan. "La gente se muestra muy reacia. Sobre todo la gente mayor es muy desconfiada", explicó Irú. Sin embargo, se da la circunstancia de que estas personas se convierten después en clientes asiduos.
Además, estos laguneros trabajan por una buena causa: recogen los tapones de plástico de las botellas vacías para contribuir con ellas a recaudar fondos para casos especiales de enfermedades infantiles. Ante todo, reclaman también la solidaridad de las autoridades con los nuevos emprendedores, pues aseguran que "no se lo ponen fácil". "El otro día un policía me echó de las calles del casco histórico por repartir folletos. Deberían comprender que con esto no hacemos daño a nadie, es nuestra forma de llenar el bolsillo", concluyó Irú.
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