ALBA BLANCO (La Opinión) Escondido entre los montes de Anaga, en un pequeño pueblo sin apenas
cobertura de teléfono móvil donde las vecinas salen a la calle en pijama
y en las casas no hay internet, existe un recoveco donde se forman
futuros universitarios. Se trata de la Escuela Rural de Las Carboneras,
la única de este tipo que pertenece al municipio de las cinco que aún
sobreviven en el macizo.
El CEIP Las Carboneras, ubicado en la
localidad lagunera con el mismo nombre, pertenece al colectivo Escuelas
Rurales de Anaga, compuesto además por los colegios de los pueblos
chicharreros de Taganana, Chamorga, Igueste de San Andrés y Roque Negro.
Todos están coordinados por Francisco Reyes, que es además el único
profesor fijo del centro de Las Carboneras. "Antes había muchas más
escuelas que pertenecían al colectivo, en Almáciga, Afur o Taborno. Pero
en los últimos años, la Consejería de Educación las ha ido cerrando por
falta de niños", explicó Reyes.
Según el maestro, la escuela
lagunera se ha salvado de la criba hasta el momento pero "la han
intentado cerrar muchas veces, porque ha habido años que he llegado a
tener solo cuatro alumnos". Francisco Reyes recuerda que "al principio,
el colegio tenía 17 niños, luego descendió el número y en los últimos
años se ha mantenido en una media de 10, lo que nos permite tener un
colchón para los próximos años, porque muchos de ellos son pequeños".
Raúl
Martín, alumno de 5º de Primaria, asegura que "a nosotros nos gusta ser
pocos porque así aprendemos más, no como en los colegios grandes de
Santa Cruz y La Laguna, en los que hay demasiada gente por clase".
Un
total de 56 escolares de Educación Infantil y Primaria forman este
curso el colectivo de las Escuelas Rurales de Anaga: seis en Roque
Negro, 25 en Taganana, nueve en Igueste de San Andrés, tan solo tres en
Chamorga y los 13 alumnos del CEIP Las Carboneras, que pertenecen a seis
niveles diferentes.
Del alumnado lagunero, cuatro son del pueblo
vecino, Taborno. Los niños deben desplazarse cada día hasta Las
Carboneras para recibir clase, dado que el centro local cerró hace unos
años. El padre de uno de los cuatro alumnos es el encargado de
trasladarles en coche por las mañanas y para ello, la Consejería de
Educación le ayuda con una pequeña subvención.
El centro lagunero, a
diferencia de otros como el de Igueste –que dispone de canchas
deportivas y un edificio de dos plantas–, está ubicado en el local de la
asociación vecinal y compuesto tan solo por un solo aula, en la que
conviven pequeños y mayores durante toda su primera etapa escolar, desde
los tres hasta los 12 años. Las diferentes asignaturas se imparten al
mismo tiempo para todos los alumnos, independientemente del curso en el
que se encuentren. "La explicación es siempre para los más mayores, de
manera que los de edades inferiores van escuchando los temas y eso hace
que cuando alcanzan los niveles superiores, ya hayan adquirido
prácticamente todos los conocimientos", indica el maestro, para añadir
que "mientras tanto, los pequeñines hacen dibujos o leen sobre el tema
que estemos tratando".
La convivencia entre niños de edades tan
diferentes ha desarrollado en los más mayores un sentido de la
responsabilidad inusual a su edad. No solo contribuyen a educar de los
pequeños, sino que les ayudan a hacer las tareas e incluso les ponen
ejercicios. "Si yo estoy ocupado siempre están dispuestos a echarme una
mano y ellos mismos son quienes llevan la gestión del centro: hacen
fotocopias, mandan fax y cogen llamadas", asegura el profesor.
Además
de Francisco Reyes, cinco profesores itinerantes se turnan por las
diferentes escuelas del colectivo para impartir las asignaturas de
religión, inglés, francés, educación física y música. "Muchas veces se
hacen hasta 30 kilómetros en un mismo día yendo de una escuela a otra",
apunta el coordinador.
Puesto que los niños se educan y conviven
siempre con las mismas personas, para fomentar su socialización la
directiva organiza a menudo actividades extraescolares en los diferentes
centros rurales, donde se juntan los alumnos de las cinco escuelas.
"Cada vez toca en un colegio distinto", explica el coordinador. "Las
pasadas Navidades las celebramos en Taganana y este año nos toca a Las
Carboneras organizar la fiesta de Carnaval", cuenta Reyes mientras los
más pequeños se entretienen pintando grandes muñecos de cartón para la
ocasión.
Viajes
Según el profesor, "también organizamos
salidas conjuntas al campo y viajes a Santa Cruz y La Laguna". Para Alba
Rodríguez, de 10 años, "lo mejor del colegio es la excursión de fin de
curso".
El hecho de que los alumnos se formen durante tantos años
con el mismo profesor y los mismos compañeros crea en esta escuela un
ambiente muy familiar. Todos se conocen a la perfección. "Veo a los
padres a diario", cuenta Reyes. "Participan con nosotros en las
actividades extraescolares, y muchos vienen al aula para ver cómo están
sus hijos o incluso a darles el bocadillo, aunque suelen ir a casa a
desayunar porque ninguno vive a más de 50 metros". Reyes asegura que en
el CEIP Aneja no hay absentismo escolar, porque los alumnos "se
divierten en clase y tienen valores completamente distintos al resto de
escolares".
El profesor apuesta por el mantenimiento de este tipo
de escuelas que "no solo cumplen una labor educativa sino social,
porque también damos clases y cursos para los adultos y es el único
punto del pueblo donde hay ordenadores y WiFi". Además, para informar a
la población de lo que pasa en Anaga y de las actividades que los
jóvenes realizan en las escuelas, los alumnos de todo el colectivo de
escuelas rurales elaboran trimestralmente el periódico Anaga cuenta...,
que se distribuye por las cinco localidades. Para el maestro, "es
necesario que los niños se eduquen en su entorno para que aprendan a
quererlo". "Ya tendrán tiempo de salir fuera", concluyó.
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