lunes, 28 de enero de 2013

La supervivencia de las carboneras

El Gobierno canario busca una utilidad para las naves de Valleseco tras salvarlas del derrumbe por su gran valor histórico

La costa de Valleseco fue conocida por sus buenas condiciones para el desembarco desde los orígenes de la capital tinerfeña. Desde mediados del siglo XIX, el puerto, debido a su posición privilegiada en el tráfico de mercancías, se convirtió en una de las mayores estaciones de carbón de todo el mundo. Tras años de lucha por los vecinos, su valor histórico llevó al Ayuntamiento de Santa Cruz a catalogar las naves y el muelle en 1990 como Bien de Interés Cultural en la categoría de Sitio Histórico, lo que implica el máximo de protección patrimonial. 

El Gobierno de Canarias se sumó al reconocimiento el pasado mes de noviembre. De este modo, el Ejecutivo autónomo ha salvado a las carboneras del inminente derrumbe al que iban a verse sometidas como parte del proyecto de reconstrucción de la zona costera de Valleseco, denominado Sol y Sombra, de los arquitectos Joaquín Casariego y Elsa Guerra.

La propuesta original, que ganó el concurso de ideas celebrado en 2005, contemplaba la sustitución de las naves por una piscina, ya que consideraba que las construcciones dificultaban la visión del mar e impedían la continuación de la zona de baño. Ahora solo le queda designar la utilidad que tendrán desde hoy el muelle y las dos de las tres naves que aún quedan en pie. 

El conjunto formado por el varadero y los almacenes perteneció a principios del siglo XX a las empresas privadas Depósitos de Carbones de Tenerife y Cory Brothers and Company, encargadas de la gestión y el suministro de carbón en la Isla y que se asentaron previamente en la playa de Santa Cruz. Debido a las molestias que acarreaban las labores vinculadas al carbón para los vecinos, una de las compañías tuvo que desplazarse hasta Valleseco en 1876. Aquí se construyeron entonces el muelle y las naves carboneras con capacidad para 5.000 toneladas de mineral. 

Los almacenes de carbón se levantaron sobre una explanada de 56 por 36 metros. Al principio había tres naves, hasta que, a finales de los años 90, una de ellas tuvo que derrumbarse para poder construir la vía interior del Puerto. Cada una de ellas mide 16 metros de largo y nueve de altura, y la cubierta es de chapas onduladas de hierro.
El muelle medía en total 80,80 metros de largo por 6,50 de ancho y seis metros de alto. En la actualidad, desde el muro de arranque hasta la orilla de la pleamar permanece enterrado. La segunda parte está formada por tubos de hierro asentados sobre una capa de hormigón, mientras que la tercera está hecha de mampostería con pilotes de madera.

Para unir las naves con el muelle, existía un terraplén de 10 metros –que aún se mantiene–, donde estaban instaladas las vías férreas para el transporte de las mercancías. Los raíles recorrían todo el varadero e incluso entraban en los tres almacenes y en la caseta de maquinarias, que se ubicaba fuera del complejo, en terrenos de propiedad particular.

El primer barco de vapor que rellenó carboneras el 7 de enero de 1837 fue el Atalanta, dos meses más tarde arribó su gemelo el Berenice y, ese mismo año, se le proporcionó combustible al Lusitania, el primer crucero de turismo que vino a las Islas. A partir de este momento, el conjunto se convirtió en una de las mayores estaciones de carbón del mundo, abastecido con combustible procedente de Gran Bretaña.


En los primeros tiempos, la descarga del carbón se efectuaba a mar abierto. Los trabajadores trasladaban el carbón hasta las gabarras, dejándolo resbalar a través de planchas de madera. Luego lo llevaban hasta los muelles de las empresas importadoras, donde las vagonetas, tiradas por mulas, se encargaban de transportarlo hasta los almacenes de carbón.

Cuando un barco venía a suministrarse, solicitaba con pitadas largas las toneladas que necesitaba y entonces, comenzaba la operación inversa: las vagonetas cargaban el mineral en las bodegas de las gabarras y lo llevaban hasta la banda de los trasatlánticos donde los trabajadores rellenaban las carboneras. 

Remodelación
Actualmente, las dos naves pertenecen al Cabildo de Tenerife, quién las mandó remodelar en 1993 para que una de ellas fuera utilizada, junto con el varadero, por la Escuela Insular de Vela, mientras que la otra fue cedida a la Asociación de Vecinos de Valleseco. Tras salvarse del derrumbe que contemplaba el proyecto de reconstrucción, los arquitectos esperan la decisión de la Administración para reconvertirlo, entre otras opciones, en un restaurante, un museo naval o un espacio multiservicios.
 

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