LA LAGUNA (La Opinión)
Los bares y tascas de Tejina se han rebelado contra los ventorrillos que
se instalaron en el centro del pueblo con motivo de las fiestas
patronales. Según sus propietarios, estas tascas improvisadas les hacen
competencia desleal pues ofrecen productos que no tienen permitidos y
abren más tiempo del que duran los actos festivos. Los damnificados
afirman que hay personal en los ventorrillos que trabaja de forma ilegal
y exigen a las autoridades un mayor control sobre el horario de
apertura y la documentación que deben tener en regla.
A pesar de que los tejineros afirman que este año las calles del pueblo cuentan con 17 ventorrillos, tan solo 12 se han dado de alta en el registro de entrada del Ayuntamiento de La Laguna, según confirmaron fuentes del Consistorio. Los vecinos reconocen que las rencillas entre los dueños de los bares y los ventorrillos han existido siempre. Sin embargo, el incremento en el número de quioscos y las denuncias de que vulneran la ley han colmado la paciencia de los restaurantes.
Según una nueva
normativa, este verano los ventorrillos solo podrán ofrecer comida
casera, vino, cerveza y refrescos. Nada de postres, helados industriales
ni bebidas blancas. El objetivo de esta ley es precisamente repartir el
negocio para que la apertura de los quioscos no merme los ingresos de
los bares y tascas. Según ha podido comprobar este periódico, algunos
de los ventorrillos instalados para estas fiestas ofrecen abiertamente
este tipo de productos no permitidos. Las cajetillas de tabaco y las
botellas de ron están a la vista. Incluso algunos propietarios de estas
tascas improvisadas aseguran que nadie del Ayuntamiento les ha informado
de esta prohibición.
"Los ventorrillos no aportan ningún beneficio económico, ni al Ayuntamiento ni a la Comisión de Fiestas de Tejina", se queja Julio Figueroa, propietario de la cafetería Rincón Achinech. Según este empresario, "a ninguno de los trabajadores se les exige registro sanitario ni contrato laboral, y dudo mucho que todos ellos dispongan de carnet de manipulador de alimentos, como exige el Consistorio".
Figueroa asegura que todos los bares y restaurantes
de Tejina se ven afectados por estos negocios improvisados y de manera
más directa aquellos que ofertan una carta similar de comidas caseras.
"Lo peor es que nosotros pagamos todo el año nuestros impuestos y ellos
ni siquiera un mes. Yo abono 2.300 euros mensuales de Seguridad Social
para los empleados, mientras que a ellos les vale con el Seguro de
Responsabilidad Civil", subraya.
Julio Figueroa exige a las
autoridades que se incremente el control sobre el horario y las fechas
de apertura de estos locales. "Abren en total 43 días de verano, desde
finales de julio hasta principios de septiembre, cuando las fiestas son
solo la última quincena de agosto". "Además, a nosotros la Policía Local
nos tiene amargados con la hora de cierre, mientras que los
ventorrillos, siendo tascas de comida que deberían terminar a las 24:00
horas, están hasta las dos y las tres de la mañana y nadie les dice
nada".
María Rodríguez, propietaria de la cafetería Las Cuevas,
es otra de las afectadas. "Estamos esperando todo el año estos meses
para poder subsistir a la crisis y nos quitan todo lo que podríamos
conseguir de más", cuenta esta tejinera. "Lo normal sería que hubiera
algún quiosco alrededor de la plaza, pero hasta casi 20 ventorrillos no
debería ser legal", opina. Según esta tejinera, "si se restringiera la
apertura a los días de las fiestas no habría problema, pero ahora no
estamos en fiestas y llevan metiéndose en el bolsillo dinero limpio
desde el mes de julio sin pagar los impuestos que a nosotros se nos
exige".
Otra de las quejas comunes de los hosteleros es la falta
de aseos en las tascas improvisadas. "Sus clientes vienen a nuestros
baños, los ensucian, consumen agua y encima no se toman nada", declara
María Rodríguez.
Aurelio Hernández, responsable del ventorrillo La
Litrona, afirma por el contrario que los restaurantes del pueblo
sacarán beneficio de los quioscos, "en torno a un 30%". "Como nosotros
no vendemos café, ni postres, quienes vienen a comer luego cruzan al bar
de enfrente o se toman allí la cañita mientras esperan a que aquí les
asignemos mesa", deja claro Hernández.
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