ALBA BLANCO (La Opinión) Buena carne y vino de la tierra, a precios asequibles y en un
ambiente festivo que solo pueden degustarse durante a penas un mes. Son
los ingredientes de los ventorrillos de Tejina, guachinches improvisados
que se instalan en las calles del pueblo cada año durante agosto por
las Fiestas de San Bartolomé. Un total de 17 quioscos se suman este año a
la oferta gastronómica habitual de la localidad lagunera, seis más que
en 2011. El aumento en el número de ventorrillos se debe a que la crisis
ha hecho que muchas familias en paro vean en estos negocios una forma
rápida de ganar un dinero extra que les sirva para salir adelante.
Uno
de los más famosos, si no el que más, es el ventorrillo más antiguo de
todos, el que fundó la familia Pata Rajada frente a la entrada principal
de la iglesia del pueblo. Su especialidad, la carne fiesta, atrae cada
año a los más fieles clientes y a otros improvisados que se adentran en
el local llamados por el ambiente y el olor de su cocina.
La que
fuera hace tiempo sede del Ayuntamiento de La Laguna es, desde hace
cinco años, fecha en que Manuel el Pata Rajada cesó el negocio, el
ventorrillo de Saturnino Fernández y su familia. Ropa vieja, garbanzas,
fabada, asadura y todo tipo de carne de cerdo conforman una carta breve
pero muy apreciada por los tejineros y los de más allá. "Tenemos
clientes que vienen incluso de Güímar", cuenta Emilio Fernández, padre
del responsable. "Llaman dos días antes para reservar mesa, porque sino
es imposible comer aquí en días punteros de las fiestas".
Fernández
trabaja en el ventorrillo desde que tenía 14 años, cuando lo regentaba
su antiguo propietario. "Cuando comenzaron los quioscos solo había tres:
éste y dos más. Ahora se nota que con la crisis la gente los alquila
para salir adelante y cada año tenemos más competencia", cuenta Emilio.
Los
precios y la calidad de sus productos son sus mejores bazas. Por
ejemplo, un bistec de cerdo cuesta seis euros. Según Fernández, "toda la
materia prima es local, tanto la carne como el vino y hasta las papas".
La Litrona
En
la Calle José Rodríguez Amador se ubica por tercer año consecutivo La
Litrona, a cargo de Aurelio Hernández. Junto a la suya, varias familias
se aferran al negocio de los ventorrillos para encontrar una vía de
escape a la crisis. "No hay trabajo, tenemos que seguir pagando la
hipoteca y esto nos sirve de ayuda para sacar a nuestros hijos
adelante", explica Hernández. "Sin abrir, ya hemos tenido que pagar 960
euros de tasas al Ayuntamiento de La Laguna y 3.000 euros de alquiler
del local, pero tras un mes de trabajo a tope, al final algo se saca",
asegura.
En su caso, la morena y las lapas, recogidas en la costa
delimitada por La Barranquera y El Pris, son la especialidad de la
casa, además del vino, cosecha de Félix Febles, de La Matanza. Aurelio
asegura que "cada año viene más gente, porque el boca a boca hace
mucho".
Aún así, el responsable de La Litrona reconoce que el hecho de que este año los quioscos tengan prohibido vender bebidas blancas ha mermado parte de sus ingresos. "Siempre se ha permitido y de hecho, en el resto de municipios todavía se puede. Es difícil recibir a clientes de todos los días y no poder invitarles ni a un chupito", subraya.
El
incumplimiento de esta ley por parte de algunos quioscos y el horario
ilimitado de los mismos había generado el malestar de los propietarios
de los bares y tascas del municipio, que acusaron a los quioscos de
competencia desleal. Finalmente, ambas partes han alcanzado un acuerdo.
Los restaurantes podrán sacar sus barras a la calle para disponer de las
mismas posibilidades de negocio que los ventorrillos, a la vez que
estos se comprometen a cumplir con los productos y horarios permitidos.
En
el número 58 de la Calle Arriba está el ventorrillo Un punto es un
punto, regentado por la familia de Isaac Manuel. El local donde se ubica
el guachinche es el patio de la casa de su madre, quien se lo ha
prestado por segundo año consecutivo para ayudar económicamente a esta
familia de cinco miembros. Su especialidad es la carne de cerdo, jugosa y
tierna, que asan en horno de leña.
Isaac es propietario de un bar
en Tejina, por lo que, para evitar su cierre, se ve obligado a
compaginar ambos negocios durante el mes que duran las fiestas. "El
ventorrillo es una forma de vivir mejor el resto del año, ahora que con
la crisis los ingresos no son los de antes", se lamenta Manuel.
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