LA LAGUNA (La Opinión) Unas 2.000 persones abarrotaron ayer la parroquia de La Concepción para despedir al XI obispo de la Diócesis Nivariense, Felipe Fernández. Más de un centenar de sacerdotes y religiosas, familiares del difunto, autoridades y fieles asistieron a la misa exequial y posterior entierro del prelado, que fueron presididos por el obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez. Al comienzo de su homilía, Álvarez, leyó un mensaje enviado por el Papa Benedicto XVI a través de la Nunciatura Apostólica en la que este expresaba sus condolencias y ofrecía "su más sentido pésame y cercanía espiritual" a los familiares y compañeros del difunto.
Una hora antes de la eucaristía, a las 12:30 horas, todos los bancos del templo ya se encontraban ocupados por cientos de laguneros que quisieron velar el cuerpo aún visible del obispo emérito, antes de que el ataúd se cerrase para dar comienzo a la eucaristía. Entre ellos se encontraban sus hermanos, Aureliano y Lola Fernández, junto a otros familiares del difunto.
A ellos se sumaron un gran número de autoridades, entre otros, el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero; el presidente del Parlamento de Canarias, Antonio Castro; el del Cabildo insular, Ricardo Melchior; el alcalde de La Laguna, Fernando Clavijo; el subdelegado del Gobierno, Guillermo Díaz; y el teniente general César Muro, jefe del Mando de Canarias, además de varios concejales del Ayuntamiento lagunero.
En la liturgia de la misa exequial participaron diferentes personas significativas del episcopado de Felipe Fernández. Al inicio de la celebración, Alberto Hernández, uno de los sacerdotes que lo acompañó en Astorga (León) durante su enfermedad, fue el encargado de encender el cirio pascual. Salvador Hernández, secretario del obispo emérito durante todo su episcopado, y Agustín León, primer sacerdote ordenado por Fernández, fueron los encargados de colocar sobre el féretro las vestiduras que en su día identificaron al obispo durante su cargo.
Mauricio González, vicario general durante la mayor parte de la etapa de Felipe Fernández, colocó el báculo pastoral sobre el féretro, mientras Celso González, primer diácono permanente de la Diócesis Nivariense ordenado por el difunto, fue el encargado de colocar el libro de los Evangelios.
El obispo, visiblemente emocionado, hizo un breve repaso a su relación personal con Fernández: "Siempre me valoró más de lo que yo soy realmente", dijo. "Me quiso y me mostró más afecto que el que le mostré yo a él". El prelado nivariense destacó la afición del obispo emérito por la poesía y la música, para las cuales mostraba una destreza especial. De hecho, durante la misa se interpretaron algunos temas compuestos, en su música y letra, por Felipe Fernández. Además, el obispo reconoció su empeño por modernizar la Iglesia, pues apostó por pintores y escultores vanguardistas dentro de esta.
Bernardo Álvarez resaltó que el difunto "era un hombre sensible y de fe, una persona de Dios y para Dios que siempre orientó su talento al servicio de la predicación del Evangelio". También resaltó su gran libertad para decir lo que pensaba, a pesar de las críticas a las que, como consecuencia, se sometía.
Junto con Bernardo Álvarez, concelebraron la eucaristía el obispo de Canarias, Francisco Cases; el de Plasencia, Amadeo Rodríguez; y el obispo de Astorga, Camilo Lorenzo, además del clero diocesano y sacerdotes de la Diócesis de Ávila, donde el difunto ejerció de obispo antes de su llegada a La Laguna. Tras la misa, la tumba de monseñor Fernández García fue instalada en el antiguo ante presbiterio, justo delante del coro actual del templo, a los pies de la imagen de la virgen de La Concepción. En la misma firmaron como testigos el obispo, Paulino Rivero, Ricardo Melchior, Fernando Clavijo, el hermano del difunto, el deán de la Catedral, Julián de Armas, y el secretario general de la Diócesis, Víctor Álvarez.
Este último introdujo un recipiente en forma de tubo que contenía el historial biográfico del episcopado de Felipe, una copia del mensaje del Papa leído en la celebración, un acta del Cabildo Catedral que relataba las últimas jornadas desde el fallecimiento del obispo emérito y el acta recién firmada que daba fe de su sepultura. Fue entonces cuando todos los presentes estallaron en un sonado aplauso. "Hizo mucho por todos los fieles y, sobre todo, por La Laguna. Por eso se merece una despedida como esta", afirmó emocionada Margarita Sanz, una vecina de La Laguna.
El que fuera obispo de la Diócesis de 1991 a 2005 falleció el pasado Viernes Santo en el Hospital Universitario de Canarias al empeorar su estado de salud tras una larga enfermedad que le obligó a abandonar el cargo. Durante su episcopado, ordenó a 68 presbíteros diocesanos, cinco religiosos y dos diáconos permanentes.
Una hora antes de la eucaristía, a las 12:30 horas, todos los bancos del templo ya se encontraban ocupados por cientos de laguneros que quisieron velar el cuerpo aún visible del obispo emérito, antes de que el ataúd se cerrase para dar comienzo a la eucaristía. Entre ellos se encontraban sus hermanos, Aureliano y Lola Fernández, junto a otros familiares del difunto.
A ellos se sumaron un gran número de autoridades, entre otros, el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero; el presidente del Parlamento de Canarias, Antonio Castro; el del Cabildo insular, Ricardo Melchior; el alcalde de La Laguna, Fernando Clavijo; el subdelegado del Gobierno, Guillermo Díaz; y el teniente general César Muro, jefe del Mando de Canarias, además de varios concejales del Ayuntamiento lagunero.
En la liturgia de la misa exequial participaron diferentes personas significativas del episcopado de Felipe Fernández. Al inicio de la celebración, Alberto Hernández, uno de los sacerdotes que lo acompañó en Astorga (León) durante su enfermedad, fue el encargado de encender el cirio pascual. Salvador Hernández, secretario del obispo emérito durante todo su episcopado, y Agustín León, primer sacerdote ordenado por Fernández, fueron los encargados de colocar sobre el féretro las vestiduras que en su día identificaron al obispo durante su cargo.
Mauricio González, vicario general durante la mayor parte de la etapa de Felipe Fernández, colocó el báculo pastoral sobre el féretro, mientras Celso González, primer diácono permanente de la Diócesis Nivariense ordenado por el difunto, fue el encargado de colocar el libro de los Evangelios.
El obispo, visiblemente emocionado, hizo un breve repaso a su relación personal con Fernández: "Siempre me valoró más de lo que yo soy realmente", dijo. "Me quiso y me mostró más afecto que el que le mostré yo a él". El prelado nivariense destacó la afición del obispo emérito por la poesía y la música, para las cuales mostraba una destreza especial. De hecho, durante la misa se interpretaron algunos temas compuestos, en su música y letra, por Felipe Fernández. Además, el obispo reconoció su empeño por modernizar la Iglesia, pues apostó por pintores y escultores vanguardistas dentro de esta.
Bernardo Álvarez resaltó que el difunto "era un hombre sensible y de fe, una persona de Dios y para Dios que siempre orientó su talento al servicio de la predicación del Evangelio". También resaltó su gran libertad para decir lo que pensaba, a pesar de las críticas a las que, como consecuencia, se sometía.
Junto con Bernardo Álvarez, concelebraron la eucaristía el obispo de Canarias, Francisco Cases; el de Plasencia, Amadeo Rodríguez; y el obispo de Astorga, Camilo Lorenzo, además del clero diocesano y sacerdotes de la Diócesis de Ávila, donde el difunto ejerció de obispo antes de su llegada a La Laguna. Tras la misa, la tumba de monseñor Fernández García fue instalada en el antiguo ante presbiterio, justo delante del coro actual del templo, a los pies de la imagen de la virgen de La Concepción. En la misma firmaron como testigos el obispo, Paulino Rivero, Ricardo Melchior, Fernando Clavijo, el hermano del difunto, el deán de la Catedral, Julián de Armas, y el secretario general de la Diócesis, Víctor Álvarez.
Este último introdujo un recipiente en forma de tubo que contenía el historial biográfico del episcopado de Felipe, una copia del mensaje del Papa leído en la celebración, un acta del Cabildo Catedral que relataba las últimas jornadas desde el fallecimiento del obispo emérito y el acta recién firmada que daba fe de su sepultura. Fue entonces cuando todos los presentes estallaron en un sonado aplauso. "Hizo mucho por todos los fieles y, sobre todo, por La Laguna. Por eso se merece una despedida como esta", afirmó emocionada Margarita Sanz, una vecina de La Laguna.
El que fuera obispo de la Diócesis de 1991 a 2005 falleció el pasado Viernes Santo en el Hospital Universitario de Canarias al empeorar su estado de salud tras una larga enfermedad que le obligó a abandonar el cargo. Durante su episcopado, ordenó a 68 presbíteros diocesanos, cinco religiosos y dos diáconos permanentes.
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