LA LAGUNA (La Opinión) Carlos Rodríguez Morales (La Laguna, 1974) es historiador del arte, investigador y autor de distintas publicaciones especializadas, entre las que destacan los libros Cristóbal Hernández de Quintana y Guadalupe. Itinerarios iconográficos de una devoción. Es un estudioso de temas religiosos relacionados con La Laguna.
–¿De dónde viene la importancia de la Semana Santa lagunera?
– La Semana Santa lagunera es la más pujante del Archipiélago y está ligada a la importancia histórica de la ciudad. Ha sido pionera en muchos aspectos religiosos y particularmente en la renovación de la Semana Santa en los años 50 del siglo XX.
–¿Qué evolución ha experimentado desde entonces la Semana Santa en el municipio?
– Es una tradición viva, pero al fin y al cabo una tradición, cuyo origen hay que tener siempre presente. Lo que nosotros conocemos actualmente como la Semana Santa de La Laguna es el fruto de la herencia de los siglos pasados, arraigada en el siglo XVI, con transformaciones constantes y muy importantes a partir de los años 50 del siglo pasado. Y en ese mérito lleva el problema. La tradición se está desvirtuando con el paso de los años, puesto que en esta actualización se ha despreciado parte de su herencia. A la vez que se incorporan formas nuevas, hay una historia que se desconoce. No se valora, no se tiene en cuenta a la hora de innovar. No se repara en la tradición a la hora de, por ejemplo, incorporar imágenes nuevas.
–¿Por qué existe tanta devoción entre los laguneros?
– La Iglesia tiene mucho peso en la España de la época Moderna, durante los siglos XVI, XVII y XVIII, cuando se fundan en La Laguna la mayor parte de los conventos, parroquias y ermitas. De ahí que la tradición devota se conserve, pues la actividad de los templos y su importancia como parte del patrimonio no han cesado. La Laguna es en la actualidad el centro religioso neurálgico, no solo de Tenerife, sino de todas las Islas.
–¿Qué debe tener una imagen para captar la devoción de los fieles?
– Designar una causa por la que un pueblo venera una imagen escapa a la razón. La belleza y la calidad artística no determinan la devoción. Hay imágenes de una gran calidad en su realización que carecen de atractivo para los fieles. Sin embargo, es obvio que esto ayuda. En el caso del Cristo, confluyen belleza y calidad artística, lo que sin duda ha influido en su éxito. Lo que está claro es que en las devociones interviene lo colectivo, la tradición, la familia y el entorno, que asume la imagen como algo propio.
–¿Por qué es el Cristo la imagen más venerada y no otras?
– El Cristo lagunero es una de las tallas más valoradas de la Isla, en parte, por tradición. Desde el siglo XVI es la imagen predilecta de la ciudad y con el paso del tiempo este afecto se afianzó y creció. Ha sido muy protegida por los fieles, lo que incrementa la devoción que se le presta y que se ha mantenido con el paso de los años. Por fortuna, y a diferencia de otros casos, ha llegado hasta nosotros. Su tradición nunca se esfumó como en otras ocasiones, ni siquiera con la crisis que sufrió su Esclavitud o con la crisis de la religiosidad barroca. Su arraigo en las familias, que pasa de padres a hijos, es lo que ha hecho que la devoción por el Cristo de La Laguna sobreviva al paso del tiempo. Y, sobre todo, para que una imagen arraigue en el pueblo debe existir un componente fundamental con el que el Cristo de La Laguna cuenta: que la ciudad lo adopte como un emblema propio.
–¿Qué facetas de su historia aún se desconocen?
– Cuanta más importancia adquiere la imagen con el paso del tiempo mayor es el interés por conocer su historia. Hay muchas versiones, desde hace siglos, en torno a su creación y llegada a la Isla, algunas de ellas incluso difíciles de creer. Sin embargo, no conocemos de momento documentación que las respalde con certeza. Desde hace algunos años se acepta su catalogación como obra flamenca, procedente de los antiguos Países Bajos meridionales. Pero la verdadera historia del Cristo está todavía por desvelar.
–¿Qué le parece la última restauración de la talla?
– Creo que ha sido un muy buen trabajo y, sobre todo, necesario. Me emociona ver la imagen como era en su origen, puesto que ahora se pueden apreciar muchos más detalles. Sin embargo, creo que donde realmente se puede valorar el resultado de esta restauración no es en el santuario, sino en sus salidas procesionales, a la luz del día.
–¿De dónde viene la importancia de la Semana Santa lagunera?
– La Semana Santa lagunera es la más pujante del Archipiélago y está ligada a la importancia histórica de la ciudad. Ha sido pionera en muchos aspectos religiosos y particularmente en la renovación de la Semana Santa en los años 50 del siglo XX.
–¿Qué evolución ha experimentado desde entonces la Semana Santa en el municipio?
– Es una tradición viva, pero al fin y al cabo una tradición, cuyo origen hay que tener siempre presente. Lo que nosotros conocemos actualmente como la Semana Santa de La Laguna es el fruto de la herencia de los siglos pasados, arraigada en el siglo XVI, con transformaciones constantes y muy importantes a partir de los años 50 del siglo pasado. Y en ese mérito lleva el problema. La tradición se está desvirtuando con el paso de los años, puesto que en esta actualización se ha despreciado parte de su herencia. A la vez que se incorporan formas nuevas, hay una historia que se desconoce. No se valora, no se tiene en cuenta a la hora de innovar. No se repara en la tradición a la hora de, por ejemplo, incorporar imágenes nuevas.
–¿Por qué existe tanta devoción entre los laguneros?
– La Iglesia tiene mucho peso en la España de la época Moderna, durante los siglos XVI, XVII y XVIII, cuando se fundan en La Laguna la mayor parte de los conventos, parroquias y ermitas. De ahí que la tradición devota se conserve, pues la actividad de los templos y su importancia como parte del patrimonio no han cesado. La Laguna es en la actualidad el centro religioso neurálgico, no solo de Tenerife, sino de todas las Islas.
–¿Qué debe tener una imagen para captar la devoción de los fieles?
– Designar una causa por la que un pueblo venera una imagen escapa a la razón. La belleza y la calidad artística no determinan la devoción. Hay imágenes de una gran calidad en su realización que carecen de atractivo para los fieles. Sin embargo, es obvio que esto ayuda. En el caso del Cristo, confluyen belleza y calidad artística, lo que sin duda ha influido en su éxito. Lo que está claro es que en las devociones interviene lo colectivo, la tradición, la familia y el entorno, que asume la imagen como algo propio.
–¿Por qué es el Cristo la imagen más venerada y no otras?
– El Cristo lagunero es una de las tallas más valoradas de la Isla, en parte, por tradición. Desde el siglo XVI es la imagen predilecta de la ciudad y con el paso del tiempo este afecto se afianzó y creció. Ha sido muy protegida por los fieles, lo que incrementa la devoción que se le presta y que se ha mantenido con el paso de los años. Por fortuna, y a diferencia de otros casos, ha llegado hasta nosotros. Su tradición nunca se esfumó como en otras ocasiones, ni siquiera con la crisis que sufrió su Esclavitud o con la crisis de la religiosidad barroca. Su arraigo en las familias, que pasa de padres a hijos, es lo que ha hecho que la devoción por el Cristo de La Laguna sobreviva al paso del tiempo. Y, sobre todo, para que una imagen arraigue en el pueblo debe existir un componente fundamental con el que el Cristo de La Laguna cuenta: que la ciudad lo adopte como un emblema propio.
–¿Qué facetas de su historia aún se desconocen?
– Cuanta más importancia adquiere la imagen con el paso del tiempo mayor es el interés por conocer su historia. Hay muchas versiones, desde hace siglos, en torno a su creación y llegada a la Isla, algunas de ellas incluso difíciles de creer. Sin embargo, no conocemos de momento documentación que las respalde con certeza. Desde hace algunos años se acepta su catalogación como obra flamenca, procedente de los antiguos Países Bajos meridionales. Pero la verdadera historia del Cristo está todavía por desvelar.
–¿Qué le parece la última restauración de la talla?
– Creo que ha sido un muy buen trabajo y, sobre todo, necesario. Me emociona ver la imagen como era en su origen, puesto que ahora se pueden apreciar muchos más detalles. Sin embargo, creo que donde realmente se puede valorar el resultado de esta restauración no es en el santuario, sino en sus salidas procesionales, a la luz del día.
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