lunes, 17 de septiembre de 2012

Papel, color y fanfarrias

LA LAGUNA (La Opinión) Celia de la Cruz esperó ansiosa a que llegara la tarde de ayer desde la semana pasada, cuando junto con el resto de los scouts del Grupo Aguere 70 comenzaron a preparar los Caballitos de Fuego que en la víspera del día del Cristo recorren cada año las calles del casco en la tradicional cabalgata. La de este año fue no solo la más esperada por la popularidad que adquiere edición tras edición, sino la más numerosa, pues más de cien niños entre scouts y espontáneos llenaron de ritmo y color la ciudad.

Los nervios entre los participantes comenzaron una hora antes del desfile, cuando se encontraron en la sede de los exploradores para trasladarse hasta el punto de partida. Todos iban vestidos de blanco, como manda la tradición. Según Elena Rodríguez, presidenta del Aguere 70, "siempre ha sido así para que los colores de los caballos y los farolillos resalten más".

La comitiva partió de la Plaza de La Concepción ante un gran pasillo de mayores y pequeños que no quisieron perderse una de las citas más especiales del año para los laguneros. Abrieron el desfile cuatro de los 20 caballos de cartón y papel celofán que habían decorado los scouts. Eduardo Martín, de 14 años, portaba uno de ellos: "Llevo siete años participando en la cabalgata, primero con los farolillos y ahora con los caballos desde hace tres", afirmó. "No solo nos divierte, sino que nos permite distraer a los más pequeños".

Le seguían 16 gigantes y cabezudos de la Asociación Cultural de La Orotava, entre los que había personajes de Disney, Toy Story, una bruja, una princesa, un payaso y un cura. Todos ellos, bailando al son de la fanfarria de Tejina, hacían carantoñas a los espectadores. "Nos encanta venir todos los años porque pasamos un buen rato y, sobre todo, porque merece la pena ver la cara de los niños e incluso de los mayores", afirmó Isabel Rodríguez, que vestía una de las figuras.

Tras ellos caminaban los más pequeños del grupo, de menos de siete años. Portaban en sus manos palos de caña finos decorados con pompones de colores en el extremo superior. La mayoría no formaban parte de los scouts, sino que se sumaron a la cabalgata de manera espontánea. Según la presidenta de Aguere 70, el hecho de que este año los talleres para la preparación del desfile se hayan anunciado en el libro de las Fiestas del Cristo ha provocado que el número de participantes haya aumentado considerablemente respecto a las ediciones anteriores, ya que esta actividad está abierta a todo el que quiera apuntarse.

Linda Romero, por ejemplo, es una madre lagunera que acudió el año pasado a la cabalgata por primera vez con su hijo de tres años. En esta ocasión, los scouts le prestaron una cañita con la que pudo participar en el desfile. "En La Palma se hace algo parecido a los Caballitos de Fuego, lo que pasa que allí el despliegue es mayor", explicó Romero, para añadir que "es muy bueno que se hagan este tipo de actividades para los niños".

El grupo más numeroso fue el de los chicos de siete a 12 años, que fueron los encargados de mostrar al público los farolillos que habían decorado con sus propias manos. Unos tenían forma de coche, otros recogían los pañuelos de las diferentes secciones del grupo scout, pero todos incluían en su interior una vela que hacía resplandecer los dibujos sobre el papel charol conforme se adentraba la noche. Incluso una familia de cuatro miembros fabricó en su casa sus propios farolillos con botellas y garrafas de agua y se sumaron al desfile.

Pero sin duda, los que captaron todas las miradas fueron los Caballitos de Fuego que portaban los mayores bailando y dando vueltas al son de algún que otro pasodoble interpretado por la fanfarria de Los Silos, que con sus tambores, violines, trompetas y clarinetes hizo menear el cuerpo a más de un espectador. "Si fuera niña me encantaría participar", dijo Manuela Gracia mientras tarareaba una de las canciones. Para su amiga Conchi Reverón, "es una ocasión muy buena para que los chicos se impliquen en las fiestas del pueblo con su trabajo y esfuerzo".

Mientras el desfile discurría por las calles Obispo Rey Redondo y Viana, empleados del Ayuntamiento se apresuraban para preparar los fuegos que más tarde hicieron arder dos caballos de cartón en la Plaza del Cristo, donde el gentío era máximo. Mientras unos escuchaban las parrandas, otros degustaban una ración de carne fiesta en lo que llegaban los caballos de fuego.

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