jueves, 17 de noviembre de 2011

En busca de las fuentes perdidas

LA LAGUNA (La Opinión) El pasado del municipio lagunero, ligado a la existencia del embalse que le da nombre, dio lugar a numerosas fuentes y manantiales que aún hoy se conservan. Pero no todos son conocidos por sus habitantes, sino que muchos de ellos permanecen relegados a la memoria de quienes algún día acudieron a ellos en busca del agua que no podían consumir de la laguna. De algunas de estas fuentes ni siquiera se conserva su nombre ni el lugar donde estuvieron.

A encontrarlas y describir todo este legado se dedica Miguel Ángel Gómez, licenciado en Historia, que está llevando a cabo como parte de su tesis doctoral. Bajo el título La impronta del agua en el patrimonio de San Cristóbal de La Laguna, Gómez ofreció ayer una de las conferencias del curso Los patrimonios de La Laguna. Con el objetivo de resaltar algunos de los ámbitos más destacados del panorama cultural de La Laguna, estas jornadas finalizan esta tarde en la Casa de Ossuna con las dos últimas conferencias.

El valle de La Laguna surge como el barranco de prolongación de la zona montañosa de Anaga, limitando por el oeste con el relieve de Las Mercedes y el Portezuelo, y con la montaña de Los Roques por el este. La barra de basalto que rodea a esta última impide el descenso del agua a su paso por La Laguna, lo que provoca el estancamiento del agua a su paso por el municipio.

Éste se funda a finales del siglo XV en torno a la plaza de La Concepción, anexa al lago. Sin embargo, el agua no era potable, por lo que el afán por canalizarlo desde otros lugares hasta aquí persiguió al Cabildo de Tenerife durante siglos sin llegar a conseguirlo en mucho tiempo. De ahí que la plaza fuera bautizada como La plaza de la pila seca.

Fue entonces cuando el Cabildo llevó a cabo la construcción de un pozo en la plaza del Cristo. Éste, junto con la fuente del Drago y la de Los Mirlos, solucionaban los problemas de abastecimiento de pueblo. Sin embargo, el suministro se quedaba corto para todos los habitantes.
Las inundaciones en la zona de La Concepción eran muy frecuentes en invierno, dado el fuerte ascenso del nivel del agua de la laguna. La zona se convertía entonces en un conglomerado fangoso, ya que el pantano era utilizado como dehesa de los numerosos rebaños y ganados que pastaban a su alrededor. Tanto era así, que el barro se utilizaba para la fabricación de las tejas con las que los vecinos construían sus casas, cuenta el profesor Miguel Ángel Gómez.

Ante el mal estado de las zonas colindantes al lago, a principios del siglo XVI, el Adelantado Alonso Fernández de Lugo intentó trasladar a los laguneros hacia la zona baja, en torno a la actual plaza de los Remedios, ya que el terreno era más llano. Por esta razón, en siglos posteriores comenzaron a cavarse pozos en la mayoría de las casas del norte de La Laguna que aún hoy persisten, mientras que son muy pocos los que pueden encontrarse en el sur.

En 1513 comienza la canalización del agua de Las Mercedes hasta el municipio por medio de cañerías de madera, a las cuales se incorporaban unos filtros, denominados rayos, que limpiaban el fluido de tierra y desperdicios. Son auténticos acueductos que muy pronto comenzarán a construirse con barro, ya que este material se deterioraba menos que la madera y era un sistema más impermeable, detalla el historiador.

A los nacientes de Las Mercedes era común que acudiesen las mujeres para lavar sus ropas. Había veces que empleaban un día entero en hacerlo. Sin embargo, era una manera de entretenerse, sociabilizar, informarse y salir de casa solas con el consentimiento conyugal. Pero pronto las autoridades les prohibieron hacerlo. A partir de entonces, recogían el agua en recipientes y lo trasladaban hasta sus casas, donde realizaban la colada.

A partir del siglo XVIII, dos grandes acuíferos surtirán a los habitantes de La Laguna: el de La Esperanza y, el más importante y propio del municipio, Madre del Agua. Este último se convirtió en el principal lavadero de las mujeres laguneras. Su agua era canalizada hasta el pilar próximo al convento de San Francisco, lugar donde todavía hoy se conservan los lavaderos y el llamado tanque de San Francisco.
El uso actual de la Madre del Agua, situado a 400 metros de altura, queda reducido al regadío de fincas, ya que el fluido no es potable por encontrarse contaminado. De sus aguas se alimenta Tanque Grande, cuyos lavaderos también se conservan aún en el Camino de las Peras.

Otra fuente que persiste es la del Drago, situada en el barrio de Gracia y de la cual se surten todos los pequeños valles de los alrededores, como Valle Vinagre.

Parte del patrimonio hidrológico de La Laguna lo forman también los molinos de agua. Aún se conservan algunos, dando nombre a la calle de detrás de la universidad.

El legado se completa con las placas de piedra, tradición romana, que se inscribían sobre los acueductos para promocionar a los constructores. Hasta hace muy poco se mantuvo la de la plaza de San Francisco, cuya desaparición se debió a la reforma del edificio donde se situaba para crear la actual residencia de ancianos.

Son muchos los topónimos que conserva La Laguna relacionados con el agua: la calle con el mismo nombre, la calle del pozo, la fuente de Las Negras, la del Cuervo, la de los Álamos, etc. Todas ellas son conocidas por los laguneros, pero aún existen muchas otras que permanecen en el olvido, de no ser por la memoria de aquellos mayores que ayudan a Miguel Ángel Gómez a reconstruir el importante legado hidráulico del municipio.

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