LA LAGUNA (La Opinión) La danza de las cintas de San Diego es una de las pocas tradiciones de La Laguna que, además de estar ligada a las fiestas religiosas del pueblo, tiene una vertiente profana. Quizá por ello se relegó a los bailarines al cortejo de las procesiones del santo en lugar de presidirlas, como hacían en sus inicios cuando se trataba de una danza exclusivamente católica.
A las danzas de cintas están dedicadas este año las fiestas San Diego, que comenzaron el pasado día 4 y se prolongarán hasta el 26 de este mes. Pero será este fin de semana cuando se celebren los actos más relevantes, ya que el domingo tiene lugar el día del patrón. Como es tradición, la danza cortejará al santo en sus procesiones de la tarde del sábado y el domingo por la mañana.
Juan José Pérez, uno de los componentes del grupo, reclamó el pasado miércoles durante una charla que ofreció en el Centro Ciudadano de San Diego que "la danza recupere su valor religioso tradicional", pues la misión principal de los bailarines es recoger y dejar al santo en sus salidas de la ermita y acompañarlo durante las procesiones.
La parte profana de la danza de San Diego corresponde a su participación en la llamada pandorga, una especie de desfile de carnaval que data de mitad del siglo XIX. Fue entonces cuando la Iglesia se empeñó en desligar la danza del culto eclesiástico, y cuando el pueblo adoptó la danza de cintas como autóctona, sustituyendo el palo de las procesiones alrededor del que bailan por otro que sostiene uno de los bailarines.
Hasta entonces, los vecinos del pueblo habían acompañado con diferentes bailes a los peregrinos que, en honor a San Diego, acudían a los diferentes municipios guiados por la orden franciscana de La Laguna. Su ritmo, marcado por el tajaraste, el tamborero y las castañetas diferenciará estos bailes para siempre del resto de danzas de la Isla.
En un principio los bailarines, quienes adornan sus camisas con cintas bordadas que llevan dedicatorias al patrón, debían ser hombres adultos vecinos de San Diego, o con antepasados o esposas naturales de este barrio. Con la pandorga, los bailes se abrieron al resto de varones, incluso a los más jóvenes que, ocasionando un gran revuelo, formaron un grupo independiente del adulto en 1949 y consiguieron alzarse con el premio del concurso de danzas de Tenerife.
Los bailes de San Diego sufrieron dos fuertes crisis durante la Guerra Civil, cuando la fiesta dejó de celebrarse y en la década de los 60, con la explosión del día de la fuga. La celebración de San Diego está ligada al tradicional día de la fuga, una costumbre que procede de la rebelión del antiguo instituto Canarias, actual instituto Cabrera Pinto. Hace décadas, el director decidió prohibir a los alumnos acudir a la antigua romería del 12 de noviembre por San Benito. Como represalia, los estudiantes se fugaron y siguieron haciéndolo hasta la actualidad.
A las danzas de cintas están dedicadas este año las fiestas San Diego, que comenzaron el pasado día 4 y se prolongarán hasta el 26 de este mes. Pero será este fin de semana cuando se celebren los actos más relevantes, ya que el domingo tiene lugar el día del patrón. Como es tradición, la danza cortejará al santo en sus procesiones de la tarde del sábado y el domingo por la mañana.
Juan José Pérez, uno de los componentes del grupo, reclamó el pasado miércoles durante una charla que ofreció en el Centro Ciudadano de San Diego que "la danza recupere su valor religioso tradicional", pues la misión principal de los bailarines es recoger y dejar al santo en sus salidas de la ermita y acompañarlo durante las procesiones.
La parte profana de la danza de San Diego corresponde a su participación en la llamada pandorga, una especie de desfile de carnaval que data de mitad del siglo XIX. Fue entonces cuando la Iglesia se empeñó en desligar la danza del culto eclesiástico, y cuando el pueblo adoptó la danza de cintas como autóctona, sustituyendo el palo de las procesiones alrededor del que bailan por otro que sostiene uno de los bailarines.
Hasta entonces, los vecinos del pueblo habían acompañado con diferentes bailes a los peregrinos que, en honor a San Diego, acudían a los diferentes municipios guiados por la orden franciscana de La Laguna. Su ritmo, marcado por el tajaraste, el tamborero y las castañetas diferenciará estos bailes para siempre del resto de danzas de la Isla.
En un principio los bailarines, quienes adornan sus camisas con cintas bordadas que llevan dedicatorias al patrón, debían ser hombres adultos vecinos de San Diego, o con antepasados o esposas naturales de este barrio. Con la pandorga, los bailes se abrieron al resto de varones, incluso a los más jóvenes que, ocasionando un gran revuelo, formaron un grupo independiente del adulto en 1949 y consiguieron alzarse con el premio del concurso de danzas de Tenerife.
Los bailes de San Diego sufrieron dos fuertes crisis durante la Guerra Civil, cuando la fiesta dejó de celebrarse y en la década de los 60, con la explosión del día de la fuga. La celebración de San Diego está ligada al tradicional día de la fuga, una costumbre que procede de la rebelión del antiguo instituto Canarias, actual instituto Cabrera Pinto. Hace décadas, el director decidió prohibir a los alumnos acudir a la antigua romería del 12 de noviembre por San Benito. Como represalia, los estudiantes se fugaron y siguieron haciéndolo hasta la actualidad.
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