martes, 1 de noviembre de 2011

´Lala, la de las papas´

LA LAGUNA (La Opinión) "Llegué a vender 7.000 kilos de papas en un día. Por eso me llaman Lala, la de las papas", recuerda Candelaria González Miranda, fundadora de la venta que sigue llevando su apodo. El negocio, que permaneció cerrado durante 20 años tras los cuales fue reabierto por su hija, fue la primera construcción del barrio de La Candelaria, en La Cuesta, La Laguna. Gracias a la tienda, Lala, de 78 años, pudo fabricar su casa muy cerca y sacar adelante a sus siete hijos. Y eso que "no ganaba mucho".


Este fue una de los episodios con los que los mayores de La Cuesta reconstruyeron ayer la historia del barrio en el Espacio Multifuncional del Tranvía, en La Candelaria. El foro, denominado Historias breves de un barrio con larga historia, fue el primero de los cinco encuentros que se celebrarán durante este mes en la tercera edición de las conferencias y debates de la iniciativa Vecinos al proyecto.


La charla corrió a cargo del consejo de sabios de La Candelaria, un grupo de mayores que se reúne desde el año pasado con el objetivo de mantener viva la memoria colectiva de esta zona de La Laguna. Lala en concreto se instaló aquí hace 53 años, aún cuando las calles no estaban asfaltadas y era todo una sucesión de terraplenes de hierba y piedras. Sin embargo, era lo único que había entonces en La Cuesta, así que Candelaria González vendía de todo en su tienda: frutas, verduras, ropa, juguetes, bebidas, leche, etc. Pero su mayor negocio era el de las papas. Su marido, que se dedicaba a exportar el producto a Inglaterra, le hacía llegar los excedentes que le quedaban.


Dalmacia Rodríguez, de 83 años, otra de las componentes del consejo de sabios, llegó al barrio con seis años. Su casa se situaba donde actualmente se encuentra la iglesia, a la que la gente de los alrededores acudía por ser la única de la parte baja del municipio.Cerca de su hogar se situaba el campo de tiro de El Becerril, como era denominado antiguamente este barrio en la frontera con Santa Cruz.


Uno de los primeros recuerdos que le viene a la mente a Dalmacia al hablar del pasado es el de la explosión de un polvorín en el barranco que se divisaba desde su casa. "Era como una montaña de fuego. Todo el mundo salió de sus casas y llegó corriendo hasta La Cuesta", describe Dalmacia.


Para esta vecina de La Candelaria, la zona experimentó el cambio más sustancial a partir de los años 60. Sin embargo, Dalmacia no echa nada en falta de aquellos orígenes difíciles: "El barrio sigue siendo tan bueno como entonces, con muy buena gente. Tanto antes como ahora soy feliz aquí".


Concepción Rodríguez, de 73 años, habla por su parte de la feliz infancia que tuvieron sus hijos: "Había confianza. Los niños salían a jugar solos a la calle, aunque no había campo de fútbol como ahora". Sin embargo, no fue así cuando ella llegó a La Candelaria con un año, cuando las calles eran de tierra y si llovía todo se embarraba.


Concha, como se la conoce en el barrio, aludió al único cine que había en la zona en sus incios, el Cine Luz, a donde acudía con sus hijos.


Reconoció que todas las familias que les rodeaban eran muy afortunadas, ya que todos los niños recibían regalos por su cumpleaños y en el día de Reyes, que compraban en Casa Guaya. "Incluso hubo un año en el que el barrio organizó una cabalgata de Reyes con camellos y todo", contó en la conferencia ilusionada. Tampoco los Carnavales pasaron desapercibidos aquí desde los inicios de esta zona residencial.


Candelaria Martín, conocida por todos como Cayaya, nombró a su padre como el primer constructor de viviendas de La Cuesta. "Las primeras casas se construyeron con chapa, cartón y piedras, y eran chabolas que los propios vecinos ayudaban a construir", según relata. Además, en su casa se fabricaba el jabón Nivaria, de cuya venta vivía toda la familia.


´Cayaya´ y el jabón Nivaria


Cayaya rememoró cómo las mujeres acudían a su casa para comprar el jabón y transportarlo en cestas sobre la cabeza. Posteriormente hacían trueque con ellos y los intercambiaban en otros lugares por otros productos que les fueran útiles. Para Cayaya, "La Candelaria era un barrio muy artesanal". Se enorgullece del lugar en el que reside, y que ha vivido desde dentro y desde fuera, ya que tuvo que exiliarse a Venezuela durante 14 años, pues eran tiempos de mucho trabajo y miseria.


Cayaya es hija de Doña Ceferina Hernández, la única partera que tuvo el barrio, quien ayudó a dar a luz a todos los niños de la zona en aquellos años difíciles. Ahora el barrio quiere homenajearla poniendo su nombre al Centro Polivalente de Acción Social el día 12 de noviembre.

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