miércoles, 30 de noviembre de 2011

El arrastre vuelve con ganas a Icod

SANTA CRUZ DE TENERIFE (La Opinión) Con más ganas que nunca después de dos años sin arrastrarse por las empinadas calles de Icod de los Vinos celebraron anoche los icodenses la tradición de lanzarse en tablas por las cuestas del pueblo. La costumbre, que lleva celebrándose en la localidad norteña desde el siglo XVI, se recuperó ayer después de que el año pasado se viera truncada por el temporal de viento y lluvia que azotó Tenerife la víspera de la fiesta de San Andrés.

A pesar de ser día laboral, alrededor de 10.000 personas acudieron ayer a la cita con el santo, una celebración que coincide con el estreno de las nuevas cosechas de vino. A simple vista, la noche parecía tranquila en Icod de los Vinos. Los vecinos paseaban bajo las luces de Navidad ya iluminadas, mientras en las calles más empinadas bullía la fiesta. Allí los curiosos se agolpaban tras el montón de neumáticos polvorientos que amortiguan el impacto del tradicional arrastre de tablas.

Antiguamente, se bajaban a lavar las barricas de vino por esta época, coincidiendo con el descorche, montadas en carretillas de madera desde las zonas más altas del pueblo hasta la playa. La costumbre del arrastre de las tablas comenzó cuando durante el trayecto, al romperse las carretas, los hombres aprovecharon las maderas que quedaban para deslizarse sobre ellas por las pendientes como diversión.

Las calles de San Antonio, el Plano y Hércules, que llegan a alcanzar los 200 metros de altitud, congregaron ayer a los más osados del municipio, quienes, rodeados de puestos de castañas, batucadas y vasos de vino se precipitaron calle abajo sobre las tradicionales tablas, ante las miradas de los curiosos que se interponían en su camino y suscitando, en muchas ocasiones, la ira de algunos de ellos.

La mayoría de los icodenses que cumplen con la tradición del arrastre son adolescentes, nacidos en el pueblo y participantes en la tradición desde que eran niños. Algunas de las pendientes menos pronunciadas, como la calle Sol, sirven habitualmente como trampolín para los más pequeños.

Roberto Martín y Abisay Afonso, dos icodenses de 15 y 16 años, pasaron todo el día de ayer desde las nueve y media de la mañana lanzándose calle abajo con sus tablas, confeccionadas a base de madera, metacrilato y dos barras de hierro atravesadas para agarrarse. Según los muchachos, "lo más importante es coger la mayor velocidad posible y retirarse rápido al llegar a los neumáticos, porque si no, el que viene detrás te atropella". Como consecuencia, Roberto se retiró con magulladuras en los muslos, un codo y la espalda.

En muchas ocasiones no es tanta la suerte que corren los participantes, que incluso han llegado a partirse brazos y piernas. Según Fran García, coordinador de Cruz Roja en Icod de los Vinos, ayer tan sólo hubo "una decena de asistidos por quemaduras producidas por el rozamiento". La velocidad que los arrastradores alcanzan durante el descenso es tal, que el roce de la tabla sobre el asfalto crea un reguero de chispas que plaga el ambiente de un fuerte olor a quemado. Hay quienes aminoran la marcha a su llegada a la montaña de neumáticos que cierra el recorrido, elevando la parte delantera de la tabla y frenando con pies y manos, que muchos de ellos cubren con guantes de cuero.

Para Roberto León, un icodense de 31 años que todavía hoy ve la tabla "como un juguete de la infancia", el truco está en "dirigir la tabla con el movimiento de la cadera", que debe realizar el que va montado en la parte trasera cuando quienes se lanzan son parejas, lo que ocurre casi siempre cuando uno de los miembros es una chica.

Los espectadores que anoche observaron impresionados el espectáculo eran en su mayoría visitantes de los pueblos de alrededor y algunos turistas que coincidieron en la zona. Carmen Toledo llegó incluso desde el Sur de la Isla para vivir el miedo que transmitía observar el espectáculo, no sólo por el riesgo que corrían los participantes y curiosos, sino por la "peligrosidad que supone el final", ya que ninguno de los tramos de la bajada a estuvo en ningún momento controlado por ningún cuerpo de seguridad.

Pero la adrenalina que se descarga y el riesgo que se corre, que parecen resultar "adictivos", hacen repetir a cada uno de los arrastradores. Antonio Afonso, sin embargo, observó el espectáculo desde la cantina, ya que el tradicional arrastre de las tablas de San Andrés le costó hace tres años la fractura del peroné, que como consecuencia hoy lleva adosado al tobillo por medio de cinco tornillos.

31 años sin faltar a la cita

El 19, como todo el mundo lo conoce en el pueblo, es un lagunero que lleva 31 años participando en el arrastre de las tablas de San Andrés en Icod de Los Vinos. Lo vivió por primera vez en compañía de unos amigos de la zona, y desde entonces cada año pide sus vacaciones para los días 29 y 30 de noviembre, coincidiendo con esta original tradición.

El 19 se partió un brazo hace 14 años al golpearse contra los neumáticos que amortiguan la llegada. Desde entonces utiliza casco, rodilleras y coderas para tirarse, y recibe la ovación de todos aquellos que le siguen y le conocen en el pueblo. Ahora pretende traspasar la tradición a sus hijos.

Aún mantiene la camiseta remendada con la que participa desde su primera vez, y que fue a buscar al basurero cuando las enfermeras del hospital al que acudió tras su caída la tiraron.

1 comentario:

Alba Blanco Segovia dijo...

yuhuuuuu!!! esta noticia, la segunda más leída en la web con 1000 visitas :D